lunes, 7 de julio de 2014

Escrito NN....

Aparece el día en que te encuentras desnuda, llena de miedos, como un árbol que fue asechado por el otoño y que ha quedado deshojado, desprovisto de aquello que lo hace fuerte, vivaz, alegre. Llega el día en que o te haces fuerte o pereces, te derrumbas, previamente claro,tiemblas, gritas, lloras y preguntas al aire: ¿por qué? 
Será que es posible morir con esa duda? ¡Que nadie ni una fuerza sobrenatural se digna en responderla o al menos en mostrar pistas para su resolución? Será que del otro lado (si acaso lo hay) también existirá esa pregunta? Que nadie me responda desde su humanidad pues pienso que ello sobrepasa toda racionalidad. 

Otra vez aquí, escribiendo lo mismo o quizás recordando lo mismo. Es que mi mente suele tener como extensión mi boca o mis manos. Soy buena recordando, vieran ustedes la claridad que tengo en ello, por supuesto en las cosas que me importan porque olvido con facilidad aquellas que no: números de teléfono, rostros de personas no significativas para mi, eventos que no quiero ir, diálogos estériles, etc etc... Quien es selectivo me entenderá.

Quisiera que estés ahí, en esa parte de mi memoria que fácilmente se borra, desaparece desapercibidamente como las nubes con el viento pero no: estás donde más fuerte, constantes e intensamente aparecen los recuerdos. Y a estas alturas de la vida, ya no se si ello es saludable o sólo un síntoma de mi deseo de tenerte (de poseerte quizás, aunque no como un objeto) en la libertad del verbo amar.

Ay! Cómo te extraño!

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